La
reciente Cumbre Europea de Exopolítica celebrada el pasado mes de Julio en
Sitjes (a la que dedico una crónica personal en la página 88) me ha dado algunos
motivos de reflexión sobre los derroteros que está tomando el fenómeno Ovni.
Desde hace más de seis décadas, el principal problema al que se han
enfrentado testigos e investigadores de este misterio ha sido el de la
credibilidad. A todos les ha costado hacer entender que el fenómeno es
tan real como inaprensible, y han tenido que pisar con pies de plomo para lograr
que gobiernos y estamentos militares admitan su interés por la cuestión y le
liberen progresivamente sus archivos secretos.
En Sitjes,
descubrí estupefacto que la “nueva ufología” cree que solo de 2001 a esta parte
existen iniciativas tendentes a luchar por la desclasificación de la información
sobre no identificados. Sus proponentes, la mayoría “investigadores de
Internet”, dan por bueno el Disclosure Project de Steven Greer fue la primera
iniciativa que exigió más transferencia al gobierno de los Estados Unidos en
esta materia. Ignoran que décadas atrás existió una organización llamada
Citizens Against Ufo Secrecy (CAUS) que ya hizo lo mismo. Es
más, se valió de todos los recursos legales a su alcance logrando lo que el
Disclosure Project ni se ha planteado siquiera. Y es que amparándose en la Ley
de Libertad de Información (FOIA en sus siglas en inglés), consiguió hace ya 30
años ganar un pleito a la CIA de la que obtuvo alrededor de mil páginas
clasificadas sobre Ovnis. En aquel entonces, aquella organización logró, con la
ayuda de dos abogados de Nueva York Henry Rothblatt y Peter Gersten, lo que
nadie antes había siquiera imaginado.
Ya
entonces, se estimo que lo que la CIA había entregado a la opinión
pública apenas rozaba apenas el 10% de sus archivos ufológicos.
Quedaban -¡en 1978!- no menos de 9000 páginas por desclasificar.
Otro
tanto, podríamos decir que la National Security Agency (NSA), la “madre” de
todas las agencias de inteligencia en los Estados Unidos. Cuando CAUS acosó
judicialmente, supo que atesoraba al menos dieciocho grandes archivos sobre la
cuestión que, por desgracia, estaban exentos de la obligación de desclasificarse
porque - - decían - afectaban a la seguridad nacional. Al tiempo, un
representante de la agencia, Eugene Yeates, admitió en una audiencia ante los
tribunales que la NSA había encontrado al menos 239 documentos susceptibles de
ser liberados a través de la Ley de Libertad de Información.
Hoy,
aquellos esfuerzos de hormigas parecen olvidados. Estamos construyendo una
ufología basada en ruedas de prensas multitudinarias, tomas de posturas públicas
y escasos esfuerzos documental y diplomático. Ojalá me equivoque y el proyecto
Disclosure logre que la Administración Obama haga públicos esos archivos nunca
entregados de la CIA, la NSA, o cualquiera de sus otras veinte agencias
secretas, pero tengo la impresión de que, si no se corrige el rumbo,
sino se añade esfuerzos burocráticos a este empresa todo puede quedar en humo.
Y que más
quisiera yo que equivocarme. Sobre todo en este asunto.
Javier
Sierra
Consejero
Editorial